En la Misa

Querido Padre Obispo:

Desde el Seminario Jesús Buen Pastor queremos unirnos a la despedida, las oraciones y los buenos deseos que en toda la Diócesis de la Villa Concepción del Río Cuarto y desde distintos ámbitos te expresan.

Como Seminario nos sentimos agradecidos por tu cercanía a nosotros y el ánimo que nos inspiras con tu testimonio. Pero, ante todo, agradecemos a Dios que nos regaló estos años una persona que se dejó modelar por el Espíritu y buscó los caminos necesarios para encontrar la voluntad de Dios entre nosotros, guiándonos en nuestro caminar y muchas veces apoyando nuestros proyectos.

Queremos, de corazón, desearte un camino intenso y fructífero en la nueva misión que Dios te ha encomendado. Deseamos que el Buen Pastor siga dándote la gracia de vivir según sus criterios e intereses.

Nosotros desde aquí te encomendamos a María: Nuestra Señora del Seminario, patrona de las vocaciones sacerdotales.

Dios te bendiga.

También, un seminarista (Darío Perez), en nombre de todo el seminario, dirigió unas palabras al Padre Obispo el día 18 de agosto con ocasión de su despedida entre nosotros…

 

Querido Padre, hemos celebrado la Eucaristía y lo hemos dicho todo, y lo que queremos desearte ha sido dicho en ella. Sin embargo quiero decir algo.

Padre, Mons. Eduardo, al tener que dirigirle estas palabras siento la tentación de tutearlo, por muchas razones… trataré de dirigirme a usted, o a vos, con todo el respeto que un gran afecto se merece. Lo llamaré Padre como siempre lo he hecho, y como he notado que te gusta que te llamen. Dicen que en algunos lugares le llaman a los Obispos: su eminencia o su excelencia, no sé bien como es; en fin, nunca reclamaste un trato eminente o excelente porque te relacionaste con los demás como parece ser, que te gustaba que lo hicieran con vos, perdón con usted.

Padre, a la hora de dirigirme a vos quiero que pienses que, de algún modo, hablo por toda la comunidad de la que he tratado de hacerme eco, aunque dejo el pleno derecho a mis hermanos de decir: no nos representa.

Padre, quisiera expresarle que usted pasó por nuestra tierra diocesana, de punta a punta, una y otra vez, como un Pastor. Y esto lo he escuchado decir muchas veces y lo he experimentado personalmente. Y eso no es poco, porque ese es su carisma, su don, su Gracia.

A propósito quisiera resaltar algo que quizás ya se lo dijeron pero vale una vez más: fuiste un Pastor que quiso a sus ovejas y que en pocos años logró encontrarse con la mayoría de ellas y entablar algún tipo de vínculo; fuiste un Pastor que supo querer la tierra en que debía apacentar al rebaño y recorriéndola quiso estar en donde se lo necesitaba o se le antojaba gratuitamente compartir, y esto es muy bueno; un Pastor que ama serlo, que ama ser cura; un Pastor sencillo que sabe andar de alpargatas y con un lenguaje simple; un Pastor cercano y preocupado por sus ovejas, a las que conoce por su nombre ; un Pastor alegre, y siempre con ánimo de ir para adelante; un Pastor conciliador en el rebaño y por el rebaño; un Pastor que supo escuchar y dialogar, y disculpar mucho; un Pastor que supo respetar la libertad, participación y protagonismo de aquellos que sabía asociados a su pastoreo, de un modo particular, los formadores; un Pastor que amó y cuidó del Seminario y, supo demostrar el recibimiento a aquellos que vienen de otras tierras; un Pastor que se preocupó por llevar al rebaño a pastos renovados; un Pastor con una fe, que hizo posible que nunca se sintiera dueño del rebaño sino un fiel servidor del Pastor de los pastores; un Pastor con esperanza, en quien no era casualidad encontrar un palabra escatológica que nos ayudara a seguir caminando, por ejemplo en la comprensión del celibato; y por último, decir un Pastor que se dejó querer por sus ovejas y se dejó transformar por estas inevitablemente.

Padre, Pastor y Profeta. Lo he escuchado hablar cuando debía hacerlo, denunciar cuando había que hacerlo; supo dar lugar y tiempo a la doctrina social de la Iglesia y se interesó, y mucho, por la educación, o mejor diríamos, por la dimensión formativa en la diócesis.

Las tierras a las que ahora el Pastor Eterno te envía son muy distintas a las nuestras, pero allá no podrías ser sin tu paso por las nuestras, porque así se ha dado históricamente, pero también, porque de algún modo, Dios Padre y Pastor, te ha ido preparando para esto y dónde sino que en la Diócesis de Río Cuarto, un territorio pequeño según dicen, una Diócesis rural. Ahora en la gran ciudad te espera algo que sólo Dios sabe cómo será, pero Él es providente y estará como lo ha estado siempre. Y estará con su Gracia como cuando lo llamó por primera vez, como cuando entraste en el Seminario, y durante tu ministerio como presbítero, y en estos últimos años como Obispo. Estará con su Gracia como me dijiste una vez viajando en tu auto: Dios te da la Gracia que en cada etapa de la vida necesitas.

Dios te dará su Gracia porque gratuitamente lo ha agraciado con el don de pastorear; y esto es lo que te deseamos: mucha Gracia, Gracia de Jesús de Nazaret, Gracia de Cristo crucificado y resucitado, Gracia de los sencillos, Gracia que pasa por la Virgen Madre también…

Y queremos decirte: Muchas Gracias. Rezaremos por vos. Que el Buen Pastor te haga santo, que tengas un futuro bendecido, que puedas ser fiel al Pueblo-rebaño que se te confía, en fin, que puedas ser imagen del Pastor, manso y humilde de corazón, que da la vida por sus ovejas.

                Y no se me olvida decirte, como le dijo el Señor a Josué: No temas, Yo estaré contigo donde quieras que vayas, se valiente, no temas (Jos1,9).