ObispoEn marco del Encutro «Los Jóvnenes Visitan el Seminario 8» el día 14 de abril del 2018, nuestro obispo diocesano, Mons. Adolfo Uriona FDP, se dirigía en la homía de la Misa a todos los allí reunidos: En este hermoso lugar que nos alberga, que nos cobija, estamos celebrando esta fiesta de los jóvenes que visitan el seminario y estamos clausurando la misma con la misa. Ustedes saben que este lugar cumplió el 4 de abril, 75 años. 75 años que comenzaron aquí, un grupo de niños, adolescentes, a prepararse para ser futuros sacerdotes y allí continuó a lo largo de todo este tiempo, esta casa como espacio de formación para los que el día de mañana serán pastores de la diócesis de Rio Cuarto, y no sólo la diócesis de Rio Cuarto, sino que también esta diócesis ha brindado y brinda su ayuda a otras diócesis. Ustedes saben que tenemos dos sacerdotes que estudiaron aquí y están en Neuquén como misioneros. También hay otro sacerdote que, si bien no estudió aquí, se preparó en nuestra diócesis, que está en Cruz del Eje. Hay también algunos obispos que están dando su servicio en algunos lugares de Republica Argentina Dos pensamientos, dos ideas quiero dejarles de estas lecturas. El evangelio que han elegido los seminaristas mientras iban preparando este encuentro. Este encuentro se prepara con mucho tiempo, ya en febrero nos hemos reunido para una primera preparación en la convivencia de los seminaristas para este encuentro que consideramos fundamental. Y el evangelio que han elegido, es este evangelio de Juan que tiene muchos detalles. Juan aquí nos pone una serie de detalles muy hermosos. Dice que estaba Juan Bautista, que es el que tuvo la misión de prepararle el camino a Jesús, él hacía un bautismo de penitencia, un bautismo para ir preparando los corazones a la venida del mesías, y dice que ve pasar a Jesús y lo señala. “Ese es el cordero de Dios”. Dos discípulos de él, o sea, dos jóvenes que tenían inquietudes, ¡Jóvenes con inquietudes de algo más! ¡Con inquietudes de cosas de Dios! Y por eso seguían a Juan. Querían tener algo más de lo que les brindaba en ese momento la sociedad o la misma religión judía. Dos jóvenes con inquietudes quedan impactados ante esas palabras y comienzan a seguir a Jesús. Y dice que Jesús dándoseles vuelta les dice: ¿Qué quieren? Y entonces ellos le dicen: Maestro, ¿dónde vives? (en aquella época era costumbre que jóvenes con inquietudes siguieran a un maestro e incluso compartieran con él un lugar, un modo de vida de discípulos) y entonces Jesús les dice: “Vengan y lo verán”. No sabemos dónde vivía Jesús, no sabemos dónde los ha llevado, el hecho es que ellos quedan tan fascinados de ese encuentro con Jesús que más de 60 años después, cuando se escribe este evangelio, San Juan se acordaba del horario. Eran alrededor de las cuatro de la tarde. El encuentro con Jesús nos deja fascinados, es importante que todos nosotros, sobre todo los que fuimos bautizados desde pequeños, hagamos un encuentro y una experiencia de Jesús. La vida de fe se puede sostener en la medida en que nos encontremos con él. Porque la fe no es saber un conjunto de cosas o conocer la palabra de Dios simplemente con un conocimiento intelectual. La fe es una experiencia, la experiencia de un encuentro. Y el encuentro con una persona, la persona de Jesús. Por eso esto que estamos haciendo ahora, el momento de adoración esta mañana, la misma eucaristía, las vivencias en nuestras comunidades debe llevarnos a ese encuentro profundo de corazón a corazón con Jesús. Lo segundo: Ese encuentro con Jesús inmediatamente nos lleva a contagiarlo. Dice que uno de ellos, Andrés, inmediatamente fue corriendo a decirle a Simón Pedro: “Hemos encontrado al Mesías” (que traducido significa Cristo) Cuando nos encontramos con Jesús, el efecto inmediato no es quedarse con él y agarrármelo para mí. El efecto inmediato es el contagio a los demás. Tengo que darlo a conocer, tengo que ser misionero, discípulo misionero y que los demás puedan participar de la alegría que yo tengo. Cuando uno tiene una alegría inmensa de corazón o un bien grande en el corazón, lo primero que quiere hacer es contagiarlo. Es decirle a los otros: “mirá, esta es mi alegría. Te la comparto”. Y así Andrés se convirtió en misionero de su hermano Pedro. Y Pedro entonces fue a encontrarse con Jesús. Lo segundo entonces; el encuentro con Jesús nos lleva inmediatamente a darlo a conocer a los demás. Lo tercero es de la primera lectura. Cuando nos encontramos con Jesús, él nos da una fortaleza especial para anunciar principalmente el centro de nuestra fe que es el kerigma. Jesús murió y resucitó por mí. Pedro les decía a los jefes del pueblo, los que habían matado a Jesús y al que los cuales él había tenido tanto miedo les dice: “ustedes mataron a Jesús, pero nosotros somos testigos de que Dios lo resucitó” Bien, el que se encuentra con Jesús lo contagia a los demás y transmite que él murió y resucitó por mi dándome un nuevo sentido a la vida. Ojalá chicos que esto lo podamos hacer experiencia y carne en nuestra vida y sobre todo los ayude a sobrellevar las dificultades que cada día tenemos todos y que vivimos cada vez más en este mundo y así seguir anunciando con mucha alegría que Jesús está vivo.