Mi nombre es Diego Luis Montironi, soy nativo de la localidad de Alejandro Roca, tengo 38 años y me encuentro en el quinto año del seminario. En estas líneas quería compartir con cada uno de ustedes como voy viviendo este llamado.

Diego Luis Montironi

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Todo comenzó hace un par de años cuando el Señor de me invito a reencontrarme con él. Él siempre se las ingenia para hablarnos, y siempre encuentra aliados. Un día estando en el trabajo me llega un WhatsApp de una persona conocida diciéndome que su mamá me invitaba a participar de un retiro de eslabones, yo en ese momento no quería saber nada ni de la Iglesia, ni de los curas, ni de ninguna cosa por el estilo. Le digo que no estaba interesado, pero esta buena señora insiste en que era una buena oportunidad para reencontrarme con el Señor.

Yo venia de pasar varios momentos de sufrimiento en mi familia, y esto me había hecho enojar mucho con Dios, le echaba la culpa de cada uno de estos sucesos. Y también tenía una “buena vida”, como se cree: tenía un buen trabajo, me podía dar los gustos que quisiese, podía tener lo que quería y tantas de estas cosas que hoy la sociedad nos ofrece y nos hace creer que es lo que necesitamos. Pero todo esto me hacía apartar cada vez más de la verdad, de encontrarme conmigo y poder ser realmente feliz. Yo siempre busque de varios modos poder ser feliz y cuando aparentemente lo encontraba sentía que algo faltaba, y volvía a comenzar la búsqueda.

Fueron varios los días que pasaron entre idas y vueltas para decidirme, pero como decía antes, el Señor siempre se las ingenia. En este tiempo aparecieron muchas personas que ya habían participado de los eslabones y me decían, una y otra vez, “hacelo, te va a hacer bien”. Hasta que decido ir. Podría contar muchas cosas de estos días pero la que más me impacto fue descubrir que había una Iglesia que quería que yo me reencuentre con el Señor.

Desde ese 14 de agosto quedó dando vuelta en mi cabeza que eso era lo que yo estaba buscando, siempre de una u otra manera participaba de actividades para ayudar a los demás, que por ahí podía estar. Fui caminado en esto de seguir al Señor, hasta que un día sentí que me pedía algo más, que no era solo lo que estaba haciendo, era más. Me daba miedo la sola idea de pensar en que podía ser al sacerdocio a lo que el Señor me llamaba. Fueron tiempos de mucha oración y de tratar de escuchar la voz de aquel que desde siempre me estaba llamando. Tras un año y medio de discernimiento decidí entrar al seminario para seguir escuchando y tratando de descubrir cuál es la voluntad de Dios en mi vida.

Todos estamos llamados a cumplir una misión. Solo debemos darle y darnos la posibilidad de poder cumplir con aquello para lo que fuimos pensados. Pero por sobre todo debemos saber que cualquiera que fuese la misión, es para ser felices. Dios nos pensó como personas plenas, les puedo asegurar que esto es así. Por esto te invito a que vos también te preguntes ¿Qué es lo que Dios quiere para tu vida? Cualquiera fuese la misión: matrimonio, vida consagrada o sacerdocio, debemos animarnos a decirle: “Aquí estoy Señor, ¿qué quieres de mí?”