Mi nombre es Martin Bertello, tengo 25 años y soy de la ciudad de Hernando, de la diócesis de Villa María. Estoy cursando el séptimo año, estoy realizando la tarea pastoral en la parroquia San José de General Cabrera y quiero contarte un poco de mi llamado vocacional.

Martín Bertello

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Desde pequeño sentí el llamado de Dios, recuerdo que los sábados iba a Misa acompañando a mi abuela y me llamaba mucho la atención lo que hacía el sacerdote. Recuerdo también que, por las tardes, en casa de mi abuela me armaba un altar y jugaba a celebrar la misa, o como yo decía, “jugaba al cura”. Al principio, en mi familia, decían que era un juego y ya se me iba a pasar. Fui creciendo y el llamado se hacía cada vez más fuerte, a los 7 años comencé a ser monaguillo en la parroquia de mi pueblo. Me gustaba mucho ayudar en las celebraciones, ya que me sentía más cerca de Jesús y, como a mí me gusta decir, era un testigo privilegiado en las misas, ya que estaba cerca del altar.

Por otro lado, el ir a un colegio religioso me ayudó mucho en mi vocación, ya que me alentaron mucho y acompañaron, en especial en el discernimiento vocacional. Llegado sexto año del secundario, comienzo el proceso de discernimiento vocacional que se pide para el ingreso al seminario. Después de ese acompañamiento y de dar el sí de mi parte, el obispo me acepta el pedido de ingreso al seminario. Yo estaba muy contento, mi familia y amigos me apoyaban mucho en la vocación, pero algo de repente sucedió.

Faltando 3 días para ingresar al seminario, me dio mucho miedo el irme, me di cuenta que debía de esperar. Obviamente, esta decisión fue una gran sorpresa para muchos, además de ser un tiempo difícil para mí, porque no sabía que iba a hacer de mi vida. Empezar a estudiar alguna profesión, no me identificaba con ninguna. Pero al cabo de unos meses, encontré trabajo en una distribuidora de mi pueblo. Allí el trabajo me ayudó a comprender más que era lo que Dios me pedía. Mientras tanto, yo seguía preguntándole a Jesús que quería de mí. Luego de casi dos años de trabajo, sentí que era el tiempo de dar el paso, dejar de lado los miedos y decir que sí a la voluntad de Dios.

En el año 2014, decido ingresar al seminario y aquí estoy. Estos fueron los años más lindos de mi vida, aunque por momentos un poco difíciles, pero con la seguridad que Dios no me va a pedir algo que yo no pueda hacer. Por eso te animo a que le hagas esta pregunta a Jesús: ¿Qué querés para mi vida? No le tengas miedo al llamado que Dios te hace.