La Vocación de Abraham

Leemos Génesis 12, 1-9

El Señor dijo a Abram: «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra».

Abram partió, como el Señor se lo había ordenado, y Lot se fue con él. Cuando salió de Jarán, Abram tenía setenta y cinco años. Tomó a su esposa Sarai, a su sobrino Lot, con todos los bienes que habían adquirido y todas las personas que habían reunido en Jarán, y se encaminaron hacia la tierra de Canaán. Al llegar a Canaán, Abram recorrió el país hasta el lugar santo de Siquem, hasta la encina de Moré.

En ese tiempo, los cananeos ocupaban el país. Entonces el Señor se apareció a Abram y le dijo: «Yo daré esta tierra a tu descendencia». Allí Abram erigió un altar al Señor, que se la había aparecido. Después se trasladó hasta la región montañosa que está al este de Betel, que quedaba al oeste, y Ai, al este. También allí erigió un altar al Señor e invocó su Nombre. Luego siguió avanzando por etapas hasta el Négueb.

Reflexión

Dios nos va invitando a hacer una y otra vez la experiencia de ponernos nuevamente en camino, si estamos atentos a su palabra y a los signos que nos hablan desde la vida. Y acá nos podemos preguntar: ¿Escuchamos las llamadas que Dios nos hace?

Pero quiero poner el foco en esta frase: Te bendeciré. Si la primera parte del texto bíblico remarca lo que Abrahán tenía que dejar, la segunda parte pone de relieve el don de Dios, su bendición. Dejar posesiones y seguridades le abre nuevos horizontes. Ponerse en marcha sin un destino prefijado es lo que hace que su vida sea bendición para él y para los demás.

La decisión de Abrahán de dejar una posición de estabilidad y de seguridad no tiene ninguna lógica humana ni por la edad ni por la inseguridad de la nueva vida que emprende. Este ponerse en camino sólo se fundamenta en la fe que deposita en Dios que le llama. Abrahán es nombrado padre de todos los que abracen la fe, el modelo de los que, confiando tan sólo en Dios, hacen camino teniendo a Dios como su único referente.

La disponibilidad de Abrahán da paso a la constitución del Pueblo de Dios, Pueblo del que nacerá Jesucristo el Salvador, en quien serán bendecidos todos eso pueblos de la tierra.

Abrahán nos da ejemplo: Ni la edad, ni la incertidumbre del camino, ni el duelo por lo que se deja tiene que hacerte perder la disponibilidad de seguir los caminos que Dios te invita a recorrer. Eso sí, tienes que pedir una fe fuerte como la de Abrahán, el creyente, porque es esta fe la única que nos mantiene disponibles a la voz del Dios vivo.

El Dios de Abrahán es el Dios del futuro, invita a mirar adelante con esperanza. El Señor te reta a no aferrarte a tus seguridades, sino a sus promesas. El camino de la fe -la de Abrahán- tiene una meta final: la tierra que te mostraré. Tu proceso de fe tiene un compañero de camino: Jesucristo; y una meta: El Reino de Dios.