Los pasados 03 y 04 de octubre, contamos en nuestra casa con la presencia del Hermano Marista Rodolfo Bianciotti, un formador de larga experiencia en la dirección espiritual y psicológica de pastores.

Él, además de compartir una charla referida a temas de especial interés e importancia para la formación  de los seminaristas,  compartió charlas individuales con quienes querían enriquecer su formación o consultar un tema particular.

A continuación compartimos un fragmento de una de sus publicaciones:

La misión del formador

(fragmento)

 

María formadora

Lucas nos da un dato interesante sobre Nazaret[1]. En el episodio de la predicación de Jesús en dicha ciudad, nos dice: “… lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo” (Lc 4, 29). Este detalle nos da una idea del aspecto geográfico de Nazaret y de cómo habrá sido la vida cotidiana de María, de José y de Jesús en ese contexto que, por otra parte, no tenía buena fama ya que pertenecía a la “Galilea de los gentiles” (Cfr. Is 8, 23).[2]

Rodolfo Bianciotti

En las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en la colina, se descubrieron varias casas de aquel tiempo que poseían características similares de pobreza. Por otra parte, las alusiones que hace Jesús en sus predicaciones nos hablan de una vida sencilla, de trabajo y de mucho conocimiento del quehacer diario de la gente de su pueblo.

Pensemos, por ejemplo, en la comparación de la viga y de la paja (Lc 6, 41) o en la necesidad de construir sobre roca (Lc 6, 48), que son características propias de la edificación de la zona; o en el trabajo de los sembradores que tantas veces habrá visto Jesús y que luego plasmó en la parábola del Sembrador (Lc 8, 4-8) y así siguiendo.

Es decir que “Leyendo atentamente las escenas descritas por Jesús en el Evangelio, caemos en la cuenta de que en muchas de ellas se nos da a conocer la vida de María en Nazaret; muchos pasajes de su predicación los ilustra con imágenes de la vida de su madre”[3].

El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa” (Mt 13, 33), ¿no lo habrá dicho Jesús después de haber visto muchas veces a su madre amasando el pan para la mesa familiar?

Seguramente más de una vez Jesús vio a María salar el pescado para que no se echase a perder (Cfr. Mt 5, 13) y cuando, siendo niño, se lastimaba, cuántas veces su madre, con cariño y delicadeza, lo habrá curado con aceite y vino (Lc 10, 34); también la habrá visto remendar su túnica, y de ella aprendió que no se puede remendar un vestido viejo con un trozo nuevo (Lc 5, 36)[4]. En síntesis, María, con palabras y con gestos, fue educando y formando a Jesús. Y “… en esto, ¿qué maestra más experta que María?”[5].

Pero María ha formado a Jesús no solamente en las cuestiones domésticas sino, sobre todo, en sus sentimientos, en sus actitudes frente a los demás[6]. ”Con qué ternura María (…) habrá atendido a sus padres, Joaquín y Ana; y con qué cariño Jesús los habrá visitado y llenado de mimos; seguramente, más de una vez, les habrá llevado higos y dátiles tiernos para esos dientes ya cansados”[7].

¿Será muy aventurado afirmar que cuando Pablo invita a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús (Fil 2, 5), implícitamente hace referencia a los de María?, ya que María, estaba “dedicada a seguir el crecimiento humano de Cristo en la casa de Nazaret. Eso le permite educarnos y modelarnos con la misma diligencia, hasta que Cristo “sea formado” plenamente en nosotros (Cfr. Gál 4, 19)”[8].

Y de verdad no parece aventurado si “la vida consagrada la contempla (a María) como modelo sublime de consagración al Padre, de unión con el Hijo y de docilidad al Espíritu, sabiendo bien que identificarse con “el tipo de vida en pobreza y virginidad” de Cristo significa asumir también el tipo de vida de María”[9]

Ahondemos un poco más. La respuesta de María, en la Anunciación: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (Lc 1, 38), de ninguna manera parece haber sido una frase bonita dicha al pasar, sino que constituye una manifestación de su “obediencia de la fe”. Estas palabras de María en la Anunciación probablemente han sido algo así como una jaculatoria a lo largo de su vida, y podemos pensar que, quizás, en lo humano, han influido en el amor oblativo de Jesús[10]: “… pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mt 26, 39).

“En su regazo y luego escuchándola, a lo largo de la vida oculta en Nazaret, este Hijo, que era el Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad, ha sido formado por ella en el conocimiento humano de las Escrituras y de la historia del designio de Dios sobre su Pueblo, en la adoración al Padre”[11]

Dicha peregrinación en la fe la vivirá María a lo largo de toda su vida[12]. Pensemos, por ejemplo, en la presentación del Niño Jesús en el Templo (Lc 2, 33-35); o cuando suben a Jerusalén y Jesús se queda en medio a los Doctores (Lc 2, 41-52) y, el culmen, María al pie de la cruz (Jn 19, 25-27). Carlo Carretto llegará a decir: “María necesitó sólo nueve meses para dar a luz a su hijo, Jesús; pero necesitó toda una vida para darlo a luz en la fe”[13]

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Quede claro, entonces, que el fin de la formación es la configuración con Jesucristo (Rom 8, 29) o, con palabras de Perfectae Caritatis: “norma última de la vida religiosa es el seguimiento de Cristo, tal como lo propone el Evangelio”[14]. Pero resulta evidente, también, que la Iglesia, en su rica y plurisecular tradición, nos propone a María como modelo y guía.

 

Bianciotti Rodolfo, fms

Hagan lo que Él les diga

(El papel de María en la formación)

GRAM Editora

Buenos Aires 2013

 


[1] “Nazaret. Una aldea insignificante, nunca mencionada en el A.T. ni en el Talmud ni en Josefo, despreciada por los palestineses en tiempos del mismo Jesús (Jn 1, 46)”, STUHLMUELLER C., en BROWN R., FITZMYER J., MURPHY R. (edit.), Comentario bíblico San Jerónimo, T. III, N.T., Edic. Cristiandad, Madrid 1972, pág. 312.

[2] Cfr. NAVARRO M., Espiritualidad mariana del Nuevo Testamento, San Pablo, Madrid 1994, págs. 30-32.

[3] LÓPEZ MELÚS F. M., María de Nazaret, la verdadera discípula, Edic. Sígueme, Salamanca 1999, pág. 53.

[4] Cfr. Ídem., pág. 54.

[5] JUAN PABLO II, Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, 14 (16 de octubre de 2002).

[6] Anna Bissi, refiriéndose al modo de liderazgo de superiores y formadores, expresa “Como debe haber sido simple, límpido, materno y comprensivo el modo con el cual María fue guía espiritual de Jesús”, en BISSI A., Sono in Te le mie sorgenti. Il tema dell´autorità, Edizioni Piemme, Casale Monferrato 1984, pág. 12.

[7] BIANCIOTTI R., “En la tarde de la vida”, en Revista Milicia Mariana (Misioneras de la Inmaculada-Padre Kolbe), mayo-junio 2010, pág. 17.

[8] JUAN PABLO II, Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, 15 (16 de octubre de 2002).

[9] JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Postsinodal Vita consecrata, 28 (25 de marzo de 1996).

[10] Cfr. BISSI A., Sono in Te le mie sorgenti. Il tema dell´autorità, Edizioni Piemme, Casale Monferrato 1984, págs.. 83-84.

[11] JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Catechesi Tradendade, 73 (16 de octubre de 1979).

[12] Cfr. JUAN PABLO II,  Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, 14 (16 de octubre de 2002).

[13] CARRETTO  Carlo, Beata te che hai creduto, pág. 30, citado por BIGOTTO Giovanni Maria, María, la Madre de Jesús, GRAM Editora, Buenos Aires 2011, pág. 197.

[14] PABLO VI, Decreto Perfectae Caritatis, 2 a.