La Vocación de Moisés

Leemos Éxodo 3, 1-12

Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb. Allí se le apareció el Angel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza.

Al ver que la zarza ardía sin consumirse, Moisés pensó: «Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?». Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: «¡Moisés, Moisés!». «Aquí estoy», respondió el. Entonces Dios le dijo: «No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa». Luego siguió diciendo: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob». Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios.

El Señor dijo: «Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, los hititas, los amorreos, los perizitas, los jivitas y los jebuseos. El clamor de los israelitas ha llegado hasta mi y he visto cómo son oprimidos por los egipcios. Ahora ve, yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas».

Pero Moisés dijo a Dios: «¿Quién soy yo para presentarme ante el Faraón y hacer salir de Egipto a los israelitas?». «Yo estaré contigo, les dijo a Dios, y esta es la señal de que soy yo el que te envía: después que hagas salir de Egipto al pueblo, ustedes darán culto a Dios en esta montaña».

Reflexión

Hoy me gustaría hablarte de un encuentro, del encuentro entre Dios y Moisés, que termina siendo un LLAMADO.

En nuestro interior siempre hay una “zarza que no se consume”, este es Dios y en nosotros está esa gran pregunta y admiración ¿Por qué será que esa zarza no se consume?, como Moisés nos sentimos atraídos por ese fuego que no se termina, algo arde en el corazón.

Es muy sencillo, apartarnos del camino de nuestros apuros y nuestras faltas y dar consideración a la llama que arde, la zarza que no se consume en nuestras vidas, porque allí en ese instante inexplicable y misterioso, Dios nos llama por nuestro nombre. ¡Imagina lo grandioso que es saber que ya Dios sabe tu nombre y el mío, y lo tiene grabado en él! La palabra dice que Moisés cubre su rostro porque tiene miedo. Recuerda que el miedo nos hace escondernos, cubrirnos y apartarnos, nos deja paralizados, en este caso Moisés por la grandeza de esta noticia, pero miedo al fin. Lo hermoso de todo este ENCUENTRO es lo que Dios quiere de Moisés.

Moisés se había exiliado de su pueblo, había sido testigo de un asesinato a uno de los suyos. ¿Ahora se encuentra ante el mismo Dios que le da esta misión? Nuestra tentación siempre será el “¿Quién soy para…?» será cubrirnos por el miedo y no dejar que esa zarza enfogecida por el amor infinito que nos llama, siga creciendo. Moisés se convierte en liberador de un pueblo, al principio sin entender mucho que pasaba, caminando de la mano de Dios y confiando en él. Antes en la zarza ni se imaginaba encontrarse con el MISMÍSIMO AMOR, DIOS …. UN AMOR QUE NOS LLAMA.