La Vocación de Isaías

Leemos Isaías 6, 8

Yo oí la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?». Yo respondí: «¡Aquí estoy: envíame!».

Reflexión

El Señor llama al profeta Isaías en medio de una manifestación espectacular, llena de “efectos especiales”: un trono elevado, serafines que cantan haciendo temblar los umbrales del templo y llenándolo de humo… Tanto que el joven Isaías se sobrecoge de temor. Sin embargo, después de toda esa “puesta en escena celestial”, se oye una voz que pregunta:

«¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?».

Es la voz del mismo Dios, una voz sutil, que no se impone, que no hace violencia, sino que pregunta respetuosamente, como mendigando una respuesta que brote desde la libertad del joven Isaías.

Nuestro Dios es así: susurra su voz a nuestros corazones. Él nos llama en el rostro del necesitado, del que sufre en su cuerpo o en su alma; en todos aquellos que añoran recibir la luz del Evangelio.

Es su mismo amor el que nos llama.

Queremos pedirte, Señor, la gracia de poder escuchar tu voz, esa voz que acaricia nuestro corazón impulsando nuestra libertad a amarte en los hermanos, como impulsó la libertad del joven Isaías, quien te respondió generosamente diciéndote:

«Aquí estoy: envíame».